miércoles, 16 de noviembre de 2011

La verdadera y tragicómica historia de Retro Skate

Había una vez un cliente que me prometió fama, fortuna y las perlas (Chanel) de la Virgen.
Que si yo era su diseñador estrella; que si el proyecto iba a revolucionar los centros de entretenimiento en México; que si la impúdica y libertina juventud nacional iba a limpiar sus pecados patinando; que si los mejores locutores del mundo radiofónico iban a presidir los magnos eventos del lugar; que si la cabina del DJ iba a estar hecha de cristal y colgando del techo; que si esto, que si lo otro...
En fin, el clásico "prometes y prometes y luego me prometes y nada... y nada-ah-AAAH" (shout out a mi tocaya la peluda).
Como todo en esta trágica vida del diseñador independiente promedio, la magia duró lo que le dura una erección a Hugh Jackman cuando ve a su vaca...hag...esposa desnuda. Poco. Absurdamente poco. Ay, cuán poco...
Dicho proyecto -una "franquicia" de skating rinks al más puro estilo de los 70´s, 80´s y más (sí, el mismo alcance que MIX F.M)- me dio la oportunidad de realizar todo el diseño de marca, empezando por la concepción del logotipo, pasando por papelería, señalización, hasta promocionales y gráficos de apoyo. Todo esto -bendito sea Papá Dios- con absoluta libertad creativa y bajo dos únicos lineamientos: que estuviera enfocado principalmente a niñ@s/púberes y que no remontara a una época específica.

Por circunstancias que ignoro, tras unos cuantos meses de iniciado el proyecto, mi cliente tuvo que renunciar a su sociedad y mi labor como diseñador oficial de Retro Skate ahí quedó. La última vez que fui al lugar, mi trabajo se limitaba a viniles mal impresos y peor pegados y desde entonces ya no quise saber nada más (*vuelve a su posición fetal en el suelo frío*)...

Aquí les presento parte de lo que hice, y otras cosas (paredes, acrílicos para baños, etc.) que nunca se concretaron. Colorín, colorado, este cuento en la mierda ha quedado.
P.D. Yo nada tuve que ver con el slogan. Lo juro solemnemente poniendo mi mano sobre una Vogue.
¡CLICK, CLICK, CLICK!